Luna y Sol – Introducción

Aspectos con el Sol

En general los aspectos con el Sol afectan la manera en que nos individuamos, expresamos al mundo lo que somos. El Sol representa la manera en que se organiza nuestra psique y por extensión nuestra vida. La manera en que se organiza nuestra vida y nuestra psique. Son centrales en la interpretación de la carta natal. El orbe puede llegar a ser de hasta 12 grados sobre todo con la conjunción, cuadratura y oposición.

Los aspectos Sol/Luna

Introducción (Ser y Estar)
La vida en la tierra depende de las relaciones entre el Sol y la Luna, de como se ven y sienten estos dos luminares desde la Tierra. Cuando el planeta que llamamos Theia colisionó con la Tierra para dar lugar a la Luna el impacto inclinó nuestro planeta para permitir las estaciones que son fundamentales para la emergencia de la vida, así como lo son las mareas creadas por el juego Sol-Luna sobre los océanos terrestres.
La formación de la Luna a partir de los escombros de este impacto gigantesco fue, y sigue siendo, esencial para equilibrar y estabilizar a nuestro planeta en su órbita en torno al Sol. Los pinturas rupestres nos muestran que ya nuestros lejanos antepasados habían entendido la importancia de los ciclos de la Luna sobre la vida en la tierra, las estaciones, el transcurrir del tiempo, los ciclos biológicos de animales y plantas, etc. De ahí pasaron a desarrollar toda una ciencia de predicción natural basada en los ciclos sol-lunares y en el estudio de los eclipses y del eje nodal.
Más tarde entendimos la profunda simbología masculina del Sol y femenina de la Luna. Por eso ahora entendemos estos aspectos como reflejos del equilibrio (o falta de) entre el principio masculino y femenino en la psique. Se expresa frecuentemente en términos de relaciones con el sexo opuesto. Relacionado con el equilibrio psicológico interno. Puede también relacionarse con la experiencia de la madre y del padre como pareja. La relación entre el Sol como propósito vital e identidad personal y la Luna como espacio necesario de pertenencia/seguridad/nutrición dentro del cual las funciones del Sol y de los planetas personales pueden desarrollarse. La capacidad de Ser (el Sol) y Estar (la Luna) al mismo tiempo, de cuidar, contener y nutrir (la Luna) lo que uno es (el Sol).

Sol/Luna: invariable/Mutable
En cada carta natal, la Luna refleja el principio del cambio periódico como el flujo y el reflujo de la marea en cada uno de nosotros, el Sol en cambio es aquello que, aunque evolucione, permanece constante, el Sol es siempre el mismo en esencia. El Sol simboliza la esencia de lo que somos. Esta esencia esta destinada a ir tomando consciencia de sí misma en un viaje que es el del héroe mítico. Lo paradójico de esta esencia solar es que a medida que más evoluciona en este viaje de la consciencia, más es ella misma. El viaje del héroe es, en definitiva, un viaje al centro de sí mismo, y la evolución de la consciencia simplemente refleja este proceso de identificación personal que nos da el sentido de continuidad y permanencia.

La Luna nos introduce en la experiencia del cambio constante, de lo cíclico y de la impermanencia, de lo que vuelve de manera regular y previsible para cerrar un círculo. Por su parte, el Sol nos hace dueños de nuestra vida, nos sitúa en el centro de nuestras decisiones y nuestro propósito vital. La Luna se manifiesta como contingencia, nos hace sentirnos mortales, pasajeros sujetos a las fluctuaciones de la vida, de la naturaleza y sus ciclos, mientras que el Sol nos pone en contacto con nuestra esencia inmanente e intemporal, capaz de superar y transcender el continuo cambio lunar y al mismo tiempo de habitarlo, llenarlo de propósito e identidad.

El Sol y la Luna simbolizan las dos caras del Ser. No se puede explicar el uno sin el otro. La esencia solar necesita encarnar en el devenir lunar. El cambio, la mortalidad y contingencia de nuestras vidas (Luna) así como el ciclo lunar de nacimiento, plenitud y descomposición tienen sentido dentro del propósito esencial y eterno del Sol. La constante solar se encarna en el perpetuo cambio lunar y esta es quizás la razón por la que en el simbolismo tradicional el Sol representa la energía masculina y la Luna la femenina. La energía masculina encarna en la vida a través de la femenina y la femenina encuentra el sentido de su continuo devenir en la masculina.

La pareja Sol-Luna nos habla también de nuestras figuras paternas (el Sol) y maternas (la Luna) y de como percibimos la relación entre ellas. De un modo más general podemos decir que los aspectos Sol-Luna representan la relación entre nuestro padre y nuestra madre interiores. Esta relación va a traducirse también en el como enfocamos la relación con nuestras parejas, ya que tendemos a asumir un papel determinado -Sol o Luna- con respecto al otro y proyectar el otro luminar sobre la otra persona dentro del marco de estas relaciones.

La consciencia solar no se construye sobre la base de conceptos abstractos y esotéricos sobre la vida, sino sobre la experiencia directa y cambiante de la vida misma (Luna). Esta experiencia directa está profundamente anclada en el instinto afectivo y el contacto íntimo lunar. La esencia solar no puede formarse sin la participación de de la experiencia emocional lunar. Esta experiencia esta motivada por la necesidad emocional de contacto, intimidad, nutrición y protección que uno solo puede encontrar a través del contacto con los demás. Sin la Luna, no hay contacto con la vida ni con la gente y sin esto no se puede producir el crecimiento personal ni el encuentro con Uno Mismo de la experiencia solar ya que el Sol por sí mismo no es un agente relacional.

A medida que la Luna progresa por las casas de la carta natal (ver progresiones secundarias) la vida nos proporciona encuentros que van constituyendo un acerbo de experiencias y memorias que el Sol va a transformar en conceptos como: “mi visión de la vida”, “mi identidad”, “mi visión del mundo”.

La Luna representa la búsqueda de la pertenencia, la seguridad a través de la experiencia de sentirnos contenidos emocionalmente, de sentir afecto. La Luna es la función materna, nutricia: va a proveer de las condiciones para que algo crezca en su interior y al mismo tiempo va a funcionar como mecanismo de defensa para permitir que el proceso de diferenciación biológica y psicológica tenga lugar en una atmósfera protegida. Aquí reside el difícil equilibrio entre el Sol y la Luna. Si la protección lunar es continua, excesiva, el Sol no puede comunicar con el mundo exterior, verse expuesto al Sol de los otros y madurar a través de esta exposición. La función lunar debe de ser cíclica precisamente para saber retirarse, dejarle solo al Sol, ya crecido y maduro para que pueda irradiar su función de identidad y propósito de cara la mundo. Paradójicamente, la función principal de la Luna consiste precisamente en “no ser”, es decir pasar de su máxima potencia protectora y nutricia simbolizada por la Luna llena a la ausencia lunar que representa la Luna nueva.

Una función lunar “sana” sabe que cuando su función nutricia ha sido completada, debe retirarse. El ciclo alimenticio ha terminado, la Luna es cíclica y pasa por fases de manifestación y de no-manifestación. La Luna no tiene energía propia: su actividad se regula en función de su posición respecto al Sol. La Luna no permanece, lo que permanece es el Sol (nosotros, nuestro sentido de identidad). El Sol es el centro organizador, con energía propia, con sentido de la identidad. El Sol responde a la pregunta “¿quién soy?” y la Luna a “¿cómo me siento?”. El Sol nos confiere identidad y la Luna la capacidad de empatizar, de identificarnos con algo o alguien. La Luna nos va a ir alimentando de “pedazos de identidad” que va captando del mundo exterior a través de su capacidad osmótica, o del interior a través de la memoria, va a ser la función de identificación que alimente la identidad incipiente del Sol. Vemos aquí el impresionante paralelo entre la función nutritiva materna: el pecho, el biberón, las primeras papillas, el alimento interno de la madre, pero también el externo es administrado en pequeñas dosis, poco a poco. La Luna elige aquello con lo que nos identificamos y nos nutre con ello para que la identidad propia vaya creciendo, desarrollándose y madurando.

Cuando el Sol y la Luna están en aspecto en un carta natal, las funciones de seguridad, pertenencia, identificación con (empatía), contactan con la función de individuación-diferenciación. Estos contactos pueden percibirse de un modo excluyente (oposición) o como una interferencia (cuadratura). Si me siento seguro es porque he renunciado a ser yo mismo, no existo. Y, recíprocamente, si soy yo mismo, un ser independiente, único y diferente, no me siento seguro.

En ambos casos el trabajo consiste en darse cuenta que el Ser (la identidad, el propósito vital) y el Estar (la seguridad y la nutrición emocional vividos a través de la pertenencia a una familia, grupo de amigos, relación de pareja) están profundamente ligados, los dos constituyen de forma indisoluble nuestro espacio vital.

La relación Sol-Luna:
La Luna enriquece nuestro registro de la vida con el componente emocional. Obviamente este componente es adquirido a muy temprana edad en el entorno familiar, probablemente inspirado directamente por la madre o por los elementos femeninos de la familia. La relación entre el Sol y la Luna es fundamental para comprender como funciona nuestra capacidad de razonar, de elaborar estrategias de acción. La razón consciente suele tener una desconfianza fundamental de lo emocional debido a su dificultad para participar en el proceso de formación de emociones.

Mientras lo lunar actúa de forma “automática” o refleja, lo solar lo hace de forma racional, consciente y premeditada. La conexión entre energías femeninas y masculinas es vital, ya que la mayor parte de nuestros actos se generan de forma refleja o inconsciente para luego ser continuados de manera consciente.

La Luna es un planeta esponja: absorbe el mundo circundante, esta función le impide establecer barreras y límites. La Luna no reconoce el estado de separación, de ahí su percepción psíquica y emocional del entorno, su intuición para con los estados de las personas que le rodean. La Luna encarna también la función de la memoria, memoria tanto biológica como psicológica. El carácter plástico y adaptable de la Luna se refleja en su capacidad para guardar recuerdos en forma de cicatrices, memorias. Estas cicatrices y memorias van a configurar cualquier desarrollo automático futuro, van a entrar en la “programación” de nuestro comportamiento hasta que sean asimilados y reflotados hacia la consciencia por el Sol. La Luna provee de la función de “identificación” que va a alimentar la “identidad” solar. Esta función de “identificación” lunar se realiza a través de aportaciones de “fragmentos de identidad” que la Luna encuentra dentro de sí (la memoria personal, familiar, del clan, la cultura, la patria, etc) o fuera de uno mismo a través de su capacidad osmótica, empática que le permite capturar elementos y fragmentos de identidad de los objetos y personas con los que se vive en intimidad emocional para alimentar al sentido propio de identidad solar. Esta capacidad de “identificación” lunar es por tanto una función básica para la constitución de la identidad solar, pero debemos ser conscientes de que lo que llamamos identidad está, al menos al principio, constituido por todos estos fragmentos con los que nos ha ido alimentando la Luna, fragmentos cargados de emotividad, de pasado, de apego a lo conocido. Estos fragmentos deben de ser procesados por la consciencia para permitir la emergencia de una identidad que supere al pasado, lo conocido y familiar, lo atávico.

El Sol nos transmite el concepto de lo fijo, eterno, espiritual frente a la Luna que nos pone en contacto con la naturaleza variable y cambiante de lo biológico y lo emocional.

La relación entre la Luna y el Sol es osmótica: hay un intercambio de materia psíquica constante entre ambos lados de la membrana: los hechos vividos se transforman en recuerdos que pasan al dominio lunar y son enriquecidos/alterados con las emociones asociadas para ser devueltos mas tarde al dominio solar (a veces de manera totalmente irreconocible).

La función del Sol es la de irradiar energía desde uno mismo hacia el exterior. El propósito de este flujo irradiador es el de crear las condiciones en las que podamos ser y expresar nuestra naturaleza profunda. La Luna, en cambio, asume la presencia de esa energía en el entorno y se va a mover y actuar suponiendo que esa energía o esas condiciones de entorno que envolvieron nuestra infancia se van a volver a dar. La Luna no expresa la energía de la persona, sino el tipo de energía que constituyó el espacio de protección de su niñez y que necesita y espera encontrar como refugio en su vida adulta. Esto implica que el adulto puede vivir la ilusión de que esa energía de su niñez, ese refugio original asociado frecuentemente a uno de los progenitores o abuelos, siga estando presente de forma incondicional y automática.

En astrología mundial, la Luna representa al pueblo (en oposición al Sol que representa al rey y a la aristocracia). Esta interpretación se basa en la asunción de que el pueblo es pasivo y sus gobernantes activos. Esto por supuesto no es aplicable en periodos de gran efervescencia social y de agitación popular.

El mecanismo lunar:
El principio psicológico básico simbolizado por la Luna es el de asegurar nuestra supervivencia biológica y garantizar la seguridad emocional que se deriva de ella. Si esta necesidad no puede ser garantizada el resultado es un estado de ansiedad más o menos agudo y controlable. Los estados de ansiedad crónica en adultos tienen casi siempre su origen en experiencias tempranas de inseguridad.

Esta ansiedad puede ser motivada por diferentes causas. En unos casos es la percepción de una amenaza de rechazo o de abandono, en otros, un cambio en el entorno laboral o personal puede desencadenar también este tipo de reacción. Cuando sentimos estas amenazas nos volvemos hacia nuestra “madre interna” representada por la posición de nuestra Luna por signo, casa y aspectos. Esa posición nos revelará que tipos de cosas nos dan seguridad, hacia donde nos volveremos buscando refugio de aquella situación que ha generado nuestra ansiedad. Esto da lugar a un mecanismo automático de huida lunar. Esta huida lunar puede variar desde lo anecdótico (todos tenemos episodios de ansiedad después de todo) hasta lo abiertamente patológico. Un ejemplo de esto son los trastornos alimenticios (bulimia, anorexia, adicción a la comida, basura, al azúcar, etc.). No olvidemos que en la astrología tradicional la Luna rige el estómago. Debemos preguntarnos que es lo que significa la comida para nosotros, o mejor dicho ¿qué nos alimenta?. Aparte de la comida podemos percibir como alimenticias para nosotros muchas otras cosas: una Luna en Tauro o en la segunda casa se sentirá alimentada por el confort material, en Géminis por la charla (a veces compulsiva), en Virgo por la necesidad de higiene, orden y funcionamiento sistemático y previsible. La posición de la Luna nos revelará aquello de lo tendemos a echar mano, a consumir (con moderación y consciencia de que lo hacemos para aliviar una ansiedad, o de forma compulsiva) cuando el mecanismo lunar es activado

El sistema Sol-Luna
El Sol es energía radiante, la manifestación más pura y sintética del Ser, pero por sí mismo no podría manifestarse. El Sol, de la misma manera que la energía en la física moderna, necesita un contenedor, una trama espacio-temporal para poder ser. Este contenedor es la Luna. La Luna representa lo que los físicos denominan el continuo espacio-tiempo, un continuo que se curva como el vientre de una madre y dentro del cual el Sol puede ser, es decir, irradiar la energía del signo en el que se encuentra.

La división practicada tradicionalmente entre el Sol como principio único de actualización personal y la Luna como elemento involutivo a superar es falaz y representa el dualismo de la astrología tradicional. Ningún planeta es involutivo, porque todo en nuestra carta es evolutivo, incluida la Luna. Es cierto que la Luna es un planeta regresivo ya que es el primer planeta con el que establecemos contacto y es al que volvemos cuando sentimos cansancio, estrés, hambre o necesidad de protección. Es el vientre de la madre, la madre misma tras el nacimiento, y más tarde la familia, el clan, la patria. Cada vez que nuestro Sol no consigue brillar (o simplemente, estamos cansados, hambrientos, solitarios o “en la Luna”) realizamos una regresión hacia lo lunar. El ciclo Sol-Luna se manifiesta a través de nuestros hábitos nocturnos: volvemos a casa, cenamos, descansamos, estamos con la familia, nos acostamos y dormimos, es decir, regresamos al ambiente de seguridad lunar. En este ambiente podemos bajar las defensas (porque el mismo ambiente lunar nos proveerá de la protección que necesitamos), soñar y nutrirnos física y emocionalmente como no lo hemos podido hacer durante la jornada. El Sol se nutre de esta Luna, se prepara para volver a ser y brillar lleno de energía en la mañana.

El Sol y la Luna forman un todo inseparable. Sin la capacidad de crear tramas espacio-tiempo que nos contengan, nutran y den seguridad de la Luna, el Sol no tendrá un espacio seguro y nutricio en el que manifestarse e irradiar su energía, crear cohesión, dar propósito profundo a la vida.

El sistema Sol-Luna-Saturno.
El Sol: Energía que ocupa un volumen nutricio y protector (La Luna) delimitado en el espacio y en el tiempo por una serie de límites y separaciones tanto espaciales como temporales (Saturno).

La dinámica creada por la interacción del Sol, la Luna y Saturno en la carta natal es clave en el desarrollo vital y la evolución de la consciencia. Sirviéndonos de la metáfora del huevo, el Sol es la yema del huevo, el futuro ser vivo que rodeado de materia nutricia (la Luna) y protegido por ella (protección blanda) va evolucionando hasta consumirla por entero y encontrarse “limitado” por la cáscara saturnina (protección dura) que nos protege del mundo exterior. Llegados a este punto será necesaria la energía uraniana para romper los límites saturnales y abrirse a un nuevo mundo (Urano) más aéreo y libre (Urano de nuevo). Pronto, un nuevo sistema de defensa blanda y nutrición (Luna) se irá formando en torno a este nuevo ser solar para continuar alimentándolo y protegiéndolo y un nuevo sistema estructural (Saturno) limitará de una forma rígida su expansión jupiterina. Los sucesivos sistemas lunares y saturnales serán cada vez menos físicos (del huevo a la familia y de ahí a la sociedad, la globalidad y la fusión con el todo de vuelta a la unidad original), pero igualmente nutritivos, protectores, estructuradores y limitadores. Júpiter y Urano seguirán formando parte fundamental de esta dinámica inspirando nuestra expansión cognitiva (Júpiter) y la energía rompedora de moldes y disruptiva para salir del cascarón saturnal cada vez que este haya perdido su función estructural y sólo quede de el la capacidad limitadora.

En cada ciclo, la materia lunar desempeñara una función ambigua, por una parte servirá de puerto seguro, de vientre nutricio para la evolución y el progreso en el proceso de individuación y separación solar, pero por otra parte estará cargada de memoria, la memoria del pasado uterino que siempre fue mejor que el presente y ciertamente que el futuro. Esta memoria actuará como refugio del Sol, pero también como escondrijo lunar, involutivo. El problema básico de la función lunar es que cada vez que franqueamos un límite saturnal, la Luna asume que el nuevo entorno carece de protecciones y se cerrará volviendo a situaciones “seguras” del pasado (la persona adulta que en una situación de peligro invoca a su madre aun a sabiendas de que esta no puede hacer nada para ayudarle). Será necesario invocar la ayuda de las funciones de apertura del sistema (Venus, Júpiter, Marte y Mercurio) para comenzar a explorar y a crecer y vincularnos con la nueva fase evolutiva y vital.

Durante cada ciclo, el límite duro (Saturno) va a dar sentido estructural a todo el proceso de evolución solar. La estructura sobre la que nos apoyamos y el límite de la experiencia posible que, al limitarnos, nos protege de elementos externos (transaturnales), pero también nos aprisionará a partir de un cierto momento. El caparazón del huevo puede asfixiarnos sino encontramos la manera de romperlo (Urano). Así como la Luna nos enfrenta a la ambivalencia nutrición/vuelta al pasado, Saturno presenta la disyuntiva de tener que elegir entre la protección que nos brinda la estructura y la opresión y el peligro de asfixia de un cascarón demasiado rígido.

En la naturaleza la madre expulsa a la cría una vez finalizado el periodo de amamantamiento para poder liberarse para un nuevo embarazo. Automáticamente, el cachorro pone en marcha otras funciones (jupiterino-venusinas-marcianas) para abrirse y adaptarse al nuevo mundo y ampliar así su experiencia vital y sus posibilidades de supervivencia. Sin embargo, entre los seres humanos, esta conducta natural no suele reproducirse en el plano psíquico. Frecuentemente quedamos anclados en el imaginario de una seguridad ligada a estructuras del pasado y esto nos impide abrirnos a las nuevas experiencias y al entorno más amplio en el que discurren las sucesivas etapas de la vida adulta. Es la eterna vuelta a casa en pos de una sensación de fusión y totalidad emocional que ya solo existe en nuestra memoria.

En la dinámica Sol-Luna es muy importante estudiar también a Saturno ya que la influencia del señor del tiempo puede facilitar la salida del Sol del abrazo mortal de una Luna que no acepta el fin de su función nutritiva/maternal. Es por ejemplo, la llamada social a ocupar un puesto de trabajo, desempeñar una función social, ir a la mili, etc. Todas aquellas obligaciones saturnales que nos arrancan del abrazo y la seguridad lunar que comenzaban a asfixiarnos. De ahí las dificultades de la jubilación. La jubilación supone muchas veces la supresión de la presión saturnal para vivir fuera de lo lunar, ponerle límites a través de un desempeño profesional, para volver al “infierno” lunar de la familia: ocuparse de los hijos, nietos, etc.

Cuando la Luna devora al Sol
Saturno tiene que saber modular a la Luna, dejarle alimentar al Sol (la consciencia siempre en movimiento, evolución) pero no devorarle. El peligro de que esto suceda es grande, el Sol viene al mundo acostumbrado a morar dentro de la Luna que crea espacios seguros y nutrientes para él, pero el Sol puede renunciar a su misión de integración e irradiación cansado de encontrar obstáculos en su camino y de lidiar con realidades que a veces le sobrepasan, que son mucho más grandes que él. En este caso la Luna toma el control de la personalidad. Protege y alimenta al Sol pero no le deja expresarse. El Sol se infantiliza, se encoge y muere. La Luna es ya solamente una carcasa rígida que alberga un Sol ausente. Para evitar esto, Saturno debe de limitar la función de la Luna a lo estrictamente necesario, recordarle al Sol que puede alimentarse de lo lunar pero no refugiarse en ello, asumir su responsabilidad de consciencia siempre viva, en movimiento, curiosa y generosa.

Las proyecciones del Sol y de la Luna (o como ser su propia madre y su propio padre)
Debido al condicionamiento cultural y la presión social los hombre tienden a identificarse con sus planetas masculinos (Sol y Marte) y a proyectar los femeninos (Luna y Venus) en las figuras femeninas cercanas (madre, abuela, pareja, etc). Y exactamente lo contrario sucede con las mujeres que van a verse intensamente condicionadas a identificarse con su papel materno/amante y proyectar su necesidad de identidad propia y creativa y la expresión de su deseo personal en los hombres del entorno más próximo (padre, marido, etc). La consecuencia de esto es una carta natal vivida de manera muy parcial ya que ha sido proyectada en gran parte hacia otras personas.

Estas proyecciones son la causa de una parte importante de los problemas que aquejan a nuestra sociedad: violencia de género, posesividad, objetificación de otro, inmadurez emocional, sentimiento de vacío y falta de interés en la vida, etc. En efecto, si un hombre proyecta su Luna en su pareja, será incapaz de verla como una persona independiente, con voluntad propia ya que la considera parte de su entorno personal: su cuidadora personal y exclusiva con la que reproduce la relación intrauterina con la madre. Por eso cuando su pareja le abandona puede haber una reacción de rabia incontrolable (una madre no te abandona, es para siempre, es tuya).

De la misma manera una mujer que proyecta su Sol sobre su padre/pareja no va a autorizarse a tener una vida propia, creativa, independiente. Contactar con su propia esencia divina, su propósito vital profundo. Va a ser siempre la extensión y expresión de la voluntad de otro. De ahí el creciente sentimiento de impotencia, vacío, falta de propósito. Proyectará su Marte también sobre “su hombre” no permitiéndose vivir su deseo, viviendo su deseo de forma vicaria a través de otro, nunca asumiendo su autoría, su soberanía para desear y conquistar los deseado.

Muchas veces es muy difícil volver a poseer sus planetas proyectados porque la presión social puede ser intolerable, pero eso no es razón para no intentarlo, para recuperarlos al menos en el ámbito privado y personal, para saber que somos a la vez hombres y mujeres con todos los atributos y capacidades de ser y estar al mismo tiempo. De ahí la necesidad no solo de reposeer nuestro Sol/Luna, Marte/Venus sino también de descodificar su relación mutua para que ambos puedan expresarse dentro del concierto de muchos instrumentos que es nuestra psique.